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Resumen
La base de la vida en la tierra es el surgimiento de la diversidad, sin esta, no podríamos haber contado nuestra historia, que es evolutiva, basada en una fuerza tenaz denominada “selección natural”, que nos ha hecho tal como somos. Los genes han sido cernidos a través de nuestra historia y han sido reproducidos al azar diferencialmente. Como advertir, como proponer, como explicar el mundo social y psicológico sin un punto de vista biológico, o más bien genético, ¡qué digo molecular! Los genes nos representan y las interacciones de ellos con otros genes y con el ambiente muestran la lucha egoísta por la supervivencia. Nuestros genes son egoístas, así lo propuso Dawkins en su libro “El gen egoísta” ¿Quién dijo que existe algo perfecto en el universo? ¿Quién como humano desearía honestamente, sinceramente, racionalmente la muerte de otro ser humano? ¡Un egoísta, tal vez! Existen humanos capaces de hacer campaña no por la vida, si por la muerte, ha sucedido en toda la historia. Y creen en un Dios, lo invocan y profesan una religión, y asisten con júbilo a sus iglesias. Los genes son egoístas y una buena cantidad de las conductas altruistas son en verdad actos egoístas disfrazados. Se puede esperar entonces que un gen que se haya perpetuado durante generaciones, un gen exitoso, tenga como mayor cualidad el egoísmo extremo, esto confluirá inevitablemente en el egoísmo en el comportamiento humano. Sin embargo, nuestros genes nos ordenan ser egoístas, pero por nuestra cultura, educación y ética (reglas sociales de convivencia) no estamos obligados per se, a obedecerlos. Es más, durante nuestra vida realizamos actos altruistas con nuestros hijos, más directamente, con nuestra pareja, y muchísimo menos con otros familiares, eso es así. Las mamás, es bien sabido se sacrifican a expensas del beneficio de sus hijos. Sería fácil ser altruistas, lamentablemente estamos programados para lo contrario.