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Resumen
Apesar de que el problema de una lengua universal ha sido abordado in extenso en la historia del pensamiento, sin embargo la mayor difusión de proyectos relativos al asunto tuvo lugar durante los siglos XVII y XVIII, principalmente en Inglaterra, Francia y Alemania,1 a los que habría que añadir la importante aportación de los españoles Juan Caramuel, Pedro Bermudo y Joaquín Traggia.2 Pero es sobre todo en Francia, a partir de 1790 y en plena época revolucionaria, donde la posibilidad de inventar una lengua universal, basada en una nomenclatura universal y en una gramática general, dio lugar a una importante discusión en torno a la reforma del lenguaje y a la influencia de los signos en el proceso del conocimiento. Ahora bien, explicar el aumento de interés por el lenguaje en esta época supone enmarcar el tema en una doble dimensión: horizontalmente, el interés por un lenguaje universal es solidario de las reformas políticas, administrativas y científicas que emprenden los hombres de la Revolución; verticalmente, el tema debe enmarcarse en una controversia más amplia que tiene su génesis en la tradición filosófica de los siglos XVII y XVIII y que estalla en este momento por la confluencia de diferentes cuestiones.