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Resumen
La costumbre de los países latinoamericanos de vincular escritores a su servicio diplomático sorprende a otros pueblos para los que las relaciones exteriores son objeto de una carrera universitaria y administrativa. No imaginamos a Thomas Mann como embajador de Alemania en Estados Unidos ni a Oscar Wilde, a pesar de sus vínculos con París, como embajador del Reino Unido en Francia. En América Latina, por el contrario, el elenco de escritores que han representado a sus países en el exterior es numeroso. Pablo Neruda fue cónsul de Chile en Birmania y embajador en Francia. Gabriela Mistral dirigió los consulados de Madrid, Lisboa y Los Angeles. Octavio Paz fue embajador de México en la India durante seis años. De esos años y de esa experiencia única procede La llama doble, su ensayo sobre el erotismo: “Hacia 1965 vivía yo en la India. Las noches eran azules y eléctricas como las del poema que canta los amores de Krishna y Radha. Me enamoré. Entonces decidí escribir un pequeño libro que partiendo de la conexión íntima entre los tres dominios –el sexo, el erotismo y el amor–, fuese una exploración del sentimiento amoroso”.