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Resumen
El presente escrito está motivado por diferentes experiencias que a lo largo de algunos años he tenido con la improvisación en danza. Estas experiencias han arrojado preguntas que engendran nuevas preguntas y que se refieren a qué hacemos cuando improvisamos, en qué consiste la improvisación y aprender a improvisar. Las experiencias que voy a relatar tratarán de explicar o dar cuerpo a la idea de que la improvisación en danza está lejos de hacer algo “de pronto” o hacer “cualquier cosa”, que por el contrario, se entrena y estudia rigurosamente, y que es una práctica que se caracteriza por un constante movimiento entre lo conocido y lo desconocido, entre la certeza y el azar, entre la seguridad y la inestabilidad y, que este constante movimiento, desarrolla una sensibilidad particular que llamaré escucha, que consiste en desarrollar la posibilidad de entablar relaciones –a través del movimiento– con otras personas, atendiendo el aquí y el ahora en que se construyen dichas relaciones. Hablaré desde dos terrenos que si bien son diferentes, están íntimamente relacionados una vez hablamos de improvisación en danza. Desde improvisar, es decir, ser improvisador, entrenar, practicar; y desde la labor docente, es decir, “enseñar” a improvisar.