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Resumen
La verdadera paz, como la felicidad, es tan extraña a la historia de las naciones que resulta imposible encontrar ejemplos relativamente durables y capaces de ilustrarla. De las incalculables guerras, por el contrario, no podríamos decir lo mismo. Terror, actos violentos y ruines, masacres, bombardeos, escabrosidades sin nombre, son, por así decirlo, el pan cotidiano de nuestra infortunada especie. Federico Hegel pudo anunciar, a modo de conclusión, en una obra inolvidable: “los momentos felices de la historia son sus páginas blancas”.*