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Resumen
En 1977 un sector del ejército argentino inició una serie de operaciones encubiertas contra el “comunismo internacional” en Centroamérica: primero enviando asesores para adiestrar a la Guardia Nacional del régimen dictatorial de Anastasio Somoza Debayle (1967-1972 y 1974-1979) en Nicaragua, y luego entrenando al ejército contrarrevolucionario nicaragüense (los “contras”) después del triunfo de los sandinistas el 19 de julio de 1979. Bajo la hipótesis de que la administración de James Carter (1977-1981) se estaba “desentendiendo de la avanzada comunista” en la región, los militares argentinos pretendieron ocupar “los espacios vacíos” que dejaban los Estados Unidos. La autocracia castrense argentina quería evitar que Nicaragua se transformara en un “santuario para terroristas” desde el cual los guerrilleros argentinos exiliados pertenecientes al Movimiento de Liberación Nacional-Montoneros (MLN-M) y al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) pudieran planificar su retorno a la Argentina. Entre motivaciones de este grupo de militares, a los que algunos autores denominan como “cruzados occidentalistas”, se conjugan una serie de factores coyunturales y estructurales vinculados tanto al clima de época como a las aspiraciones argentinas de obtener cada vez mayores niveles de autonomía en el concierto de las naciones.